Recuerdo aquellos días cuando la Terminal de Ferrocarriles de Morón era un lugar vibrante y lleno de vida. Familias enteras se reunían para tomar el tren, con sonrisas en sus rostros y planes por delante. Los niños jugaban, mientras los adultos compartían carcajadas y momentos especiales. La terminal era un punto de encuentro, un lugar donde las historias comenzaban.
Las paredes del sitio resonaban con el bullicio de las conversaciones y el sonido de los trenes que partían o llegaban. Era un espacio que no solo servía como un centro de enlace, sino como un símbolo de conexión y pertenencia para todos.
En aquel período, la estación se erigió como un emblema de orgullo local, que ofreció ayuda a la población y contribuyó al desarrollo económico de la región. Con sus andenes amplios y su arquitectura colonial, este establecimiento sirvió de escenario en innumerables encuentros y despedidas.
Pero fue el 2010, el que marcó la historia de la Terminal, cuando el Consejo Nacional de Patrimonio le concedió el Premio Nacional de Conservación.
Nueve años después, esa estructura arquitectónica, que alguna vez brilló como la segunda más bella de Cuba, yace en un estado de deterioro desolador. Sus columnas majestuosas y fachadas ornamentadas ahora reflejan la triste realidad de un patrimonio que clama por atención y cuidado.
A lo largo del tiempo, el inmueble fue víctima de los embates del clima y de la falta de mantenimiento, factores que contribuyeron significativamente a su deterioro. Este proceso transformó el edificio, dejándolo en una situación lamentable que desdibuja su grandeza, y pone en riesgo no solo la integridad del local, sino también su valor histórico y cultural.
Actualmente, toda la instalación requiere atención urgente, desde la cubierta hasta el primer piso, así como, también, la renovación de las redes hidrosanitarias y eléctricas, muchas de las cuales superan el siglo de antigüedad y sufren daños considerables.
Reparar la terminal es una tarea esencial para garantizar un servicio eficiente y seguro a los usuarios. Este proceso implica una revisión exhaustiva de las infraestructuras, desde las plataformas de embarque hasta las áreas de espera.
Lograr que la estación se adapte a nuevas funciones sin comprometer su valor patrimonial representa un desafío fundamental en la planificación urbana contemporánea.
En un mundo donde la urbanización avanza a pasos agigantados, es esencial encontrar un equilibrio entre la modernidad y la conservación del patrimonio histórico. Las estaciones, como nodos de conexión y encuentro, no solo cumplen un papel funcional en el transporte, sino que también son testigos de nuestra tradición.
De esta forma, la adaptación de esas estructuras básicas a las necesidades actuales, implica un enfoque innovador que respete su esencia arquitectónica mientras se dota de nuevos usos, como áreas recreativas y servicios que fomenten la interacción comunitaria.
Un obstáculo significativo para la Empresa de Ferrocarriles Ciego de Ávila, es la falta de financiamiento, la cual limita la capacidad de realizar inspecciones y llevar a cabo la reparación para garantizar la seguridad y eficiencia del servicio.
Este déficit financiero no solo afecta la operatividad diaria, sino que también plantea preocupaciones sobre la integridad de la instalación ferroviaria a largo plazo.
Aun cuando la situación del lugar no se pueda comparar directamente con cuestiones relacionadas con la alimentación, la educación o la salud pública, es fundamental que, en algún momento no tan lejano, antes de que sea demasiado tarde, se prioricen sus labores de recuperación.
Varias han sido las veces en que Invasor se ha hecho eco de planes y proyectos, sin que hasta la fecha alguno haya llegado a ejecutarse, por lo que es razonable cuestionarse el nivel de prioridad que se le ha dado a tan importante sitio patrimonial.
Ahora se vuelve a hablar sobre la firma de un contrato para la reparación de la terminal, y la emoción está en el aire, pero queda por ver si se traduce en hechos concretos.