Actriz María José Vizcaíno Ocampo, integrante de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa

La actriz más joven de la Cruzada Teatral

María José Vizcaíno Ocampo es una actriz de cuna. Hija de padres teatristas y con más de nueve años envuelta en las aventuras de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, bien conoce ella (como pocos) la grandeza de ese evento, al que se suma como artista, cuentera o simplemente público.

“Mi primera impresión cuando vine en 2016 fue maravillosa. De pequeña crecí viendo la magia del teatro en casa, pero lograr luego, yo misma, con apenas un pequeño cuento, que todo el mundo a mi alrededor riese y aplaudiera mi osadía, me hizo sentir la niña más dichosa del mundo.

“Desde entonces quise repetir esa sensación. Amplié mi repertorio, empecé a hacer narraciones orales y luego incorporé los títeres, incluso he trabajado con mis padres, pertenecientes al Teatro Guiñol Guantánamo: Emilio Vizcaíno, el director de la Cruzada, y Getrudis Campos (Tula), actriz.

“La experiencia de vivir  anualmente la Cruzada ha sido súper emocionante. Compartir con los niños, saber que la única oportunidad que tienen quizás en el año de ver teatro es cuando vamos, me llena de regocijo y mucha tristeza a la vez, porque nunca quisiéramos concluir nuestras funciones, ni despedirnos.

“En esta travesía hay un pueblo al que trato de ir sin falta, La Ranchería. Este año no pudimos, porque es muy lejos y la carretera está muy mala, pero llegar allí es acogedor, por el cariño que profesan esas personas. Son muy cálidas. Yo he ido como dos o tres veces, y quisiera volver”.

María José estudia en preuniversitario, y aunque es alumna sobresaliente, siempre para ella es un sacrificio extra irse en enero, febrero y parte de marzo a la serranías. Sin embargo, no lamenta ni por un segundo hacerlo.

“En la Cruzada aprendo mucho. Hacemos tertulias, talleres, conferenciamos sobre las diferentes obras que se ponen, y es muy fructífero la verdad. Bailamos y disfrutamos, lógicamente, pero ese intercambio sobre el teatro, la vida, los problemas internos, el país… es importantísimo.

“Aquí todos somos amigos y nos atendemos y entendemos; si hay un problema nos ayudamos. Esa camaradería es vital para la sostenibilidad del evento, porque a veces resulta muy difícil la travesía y saber que nos tenemos unos a otros es suficiente fuerza para seguir adelante.

“Y hablando de la escuela, a mis compañeros de aula siempre les llama mucho la atención la idea de irme pa’l campo. Me preguntan ¿Cómo es eso? ¿Cómo te puede gustar el monte? O me dicen: te vi en la televisión.

“Yo estoy acostumbrada a ello. Amo el campo y siento que volver a él también es un deber; además, la naturaleza inspira muchísimo. Muchas historias han nacido aquí a la orilla de un río, sin cobertura, sin nada que nos moleste, más allá de los mosquitos y el frío, pero con todo uno aprende a lidiar.

“Por eso te digo, que, si la escuela me lo permite, voy a seguir asistiendo a la Cruzada. Siempre voy a tener tiempo para el teatro, sin dejar mis estudios de lado haré un chance y  aprenderé cuentos, ejercitaré poemas. Yo creo que el arte es todo aquello que nos mantiene vivos de alguna forma, y el teatro me alienta el espíritu, realmente lo necesito, tanto o más que esa gente que cada año aguarda por el paso de los cruzados”.

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