Abr, 2024.- El protagonista de mi historia crece poco a poco amparado por el amor que le profesan sus padres Ana Iris Laguna Gutiérrez y Gerardo González Cartalla. Nueve años de vida pletóricos de sonrisas y atención esmerada lo convierten en un niño hermoso, como lo soñó el maestro José Martí.
Estudiante del 4.º grado, en la escuela primaria Rafael Morales de Guáimaro, el inspirador de esta página decidió un día practicar Jiu Jitsu. Con la aprobación de sus progenitores y el deseo de aprender se presentó en la Academia Municipal de Artes Marciales comandada por el profesor Eduardo Cruz Romero Polo, alias El Mago Edy, hombre apasionado por la labor de formar a los amantes de este deporte de combate y sistema de defensa personal, cuya práctica aporta fuerza, resistencia, energía y flexibilidad.
Como todo infante curioso decidido a transformar en realidad sus sueños, asumió con responsabilidad el reto al punto de hacerlo tan suyo que hoy exhibe con emoción la cinta naranja y aspira en el futuro superar todas las exigencias con el objetivo de alcanzar el cinturón negro, cúspide del conocimiento del artista marcial.
Orgulloso de asistir a las exhibiciones, entusiasmado con los entrenamientos, en las tardes de lunes, miércoles y viernes de cada semana dice presente en las clases impartidas por el avezado técnico, sempiternamente dispuesto a recibir en su recinto a niños, jóvenes y adultos.
Desde el 8 de septiembre de 2018, el más oriental de los territorios camagüeyanos cuenta con un espacio edificado con esfuerzo propio donde se funde la ternura con el compromiso y la pasión con la versatilidad de un batallador incansable en su quehacer de entrenador, retrato fiel de un sensei abrazado a la disciplina, persistencia y ambición de aprender continuamente sobre el deporte que ama, al igual que los atletas aficionados con los que trabaja.
Estos son solo algunos avances de una leyenda que brilla con luz propia y se nutre de las aspiraciones de nuevas y viejas generaciones que, como Dalián González Laguna, el pequeño gigante de este, mi escrito, transfiguran sus quimeras en un manantial de ilusiones donde prevalece y pervive la máxima de llegar a ser en el mañana un gran campeón.
