Mar, 2024.- El Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, afirmó que ser maestro es ser creador, y la principal obra que modela el pedagogo es el futuro.
Georgina Socarrás, una mujer sencilla y protegida por la coraza más inexpugnable del ser humano: la decencia, labró el mañana de muchos durante más de 50 años desde el aula. Georgina se formó en el magisterio en la Escuela Pedagógica Makarenko. Su nombre figura en la nómina de la primera graduación de ese proyecto, que sustituyó en Cuba el sistema de maestros normalistas.
Graduada el 2 de diciembre de 1965, partió inmediatamente a enseñar en un sitio distante de la geografía oriental: Palenque de Yatera. Posteriormente compartió su sapiencia en la ciudad escolar Ignacio Agramonte de Camagüey.
En 1972 se estableció en Guáimaro y durante más de 40 años continuos impartió clases en la Escuela Primaria Rafael Morales, conocida popularmente como Centro Nuevo.
Cientos de niños guaimareños recibieron las luces del saber y las pautas del comportamiento de la educadora Georgina, quien se mantuvo activa hasta el 2019.
En la actualidad, a sus 81 años, manifiesta estar dispuesta a seguir formando generaciones de estudiantes. Con orgullo declara su satisfacción por el deber cumplido, al igual que mi compañera Sixta Tabío Delgado en Camagüey. Georgina, la guía que al caminar las calles del poblado recibe muchas muestras de cariño de los que fueron sus discípulos.
El pueblo guaimareño se fija en ella. Como una orfebre, ha conformado parte de las piezas de su terruño.
Georgina lleva el magisterio en su piel y, por estas y muchas otras razones, los hijos del más oriental de los territorios camagüeyanos la ovacionan y aplauden.
