Abr.- El planeta Tierra amanece hoy envuelto en luto, mientras el eco del legado del papa Francisco resuena con fuerza en cada rincón del planeta. Fue un pontífice que desafió estructuras, que habló con la voz de los humildes y que llevó la Iglesia hasta los márgenes, donde la fe se entrelaza con la esperanza y la justicia.
Desde aquella primera aparición en el balcón de San Pedro, con una humildad que desconcertó a muchos, hasta sus últimos días, marcados por la fragilidad física pero la indoblegable fortaleza espiritual, Francisco nunca temió incomodar ni sacudir conciencias. Su papado fue un torrente de cambios, un golpe a las viejas costumbres, un llamado urgente a la misericordia y a la acción. Su voz atravesó los muros del poder, penetró los barrios olvidados, tocó los corazones de quienes anhelaban un universo más justo.
Hoy, mientras el Vaticano activa los protocolos para su despedida, el mundo recuerda al papa que rechazó el lujo, que prefirió la cercanía al dogma, que abrazó a los excluidos y que, con cada gesto, nos enseñó que la fe no es solo oración, sino compromiso real. Francisco será recordado como el papa de los pobres, el reformador, el soñador incansable que creyó en una Iglesia más humana, más cercana, más viva.
Las campanas suenan en Roma, los mensajes de hasta siempre inundan las redes, y en cada rincón su impronta se transforma en memoria viva. No ha partido del todo, porque su voz resuena y lo hará por siempre, en quienes creen que la compasión es el verdadero rostro de la fe. (Foto Cubadebate)
