Vocación y necesidad de mejor remuneración

Éxodo laboral: vocación vs. dinero

En esa batalla entre vocación y necesidad de mejor remuneración, casi siempre sale victoriosa la segunda, atizada por el alza galopante de los precios de bienes y servicios

  Como nunca antes, hoy un trabajador con cualquier calificativo de cargo puede darse el lujo de escoger en qué sector o entidad de la economía o los servicios prefiere laborar, con la seguridad casi absoluta de que encontrará plaza, pues el déficit de fuerza de trabajo es una constante en todos los centros.

La situación puede atribuirse a diversas causas, como el envejecimiento poblacional, que lleva a que cada vez sean más las personas acogidas a la jubilación; la insuficiente fuerza joven para reemplazarlos; el incremento de la emigración; y, no menos importante, el desplazamiento hacia el sector no estatal con emprendimientos emergentes y oportunidades competitivas, fundamentalmente relacionadas con los ingresos.

Un post en las redes sociales de Internet llamaba la atención sobre el hecho de que en caso de que alguien se sintiera mal en plena calle, en vez de acudir al hospital, se acercara al restaurante o mipyme más cercana y, de seguro, encontraría allí a algún médico o enfermera laborando.

Y la idea no era del todo descabellada, mucho más antes de que fuera aplicado el aumento salarial al personal de la Salud y la Educación, cuando muchos renunciaron a la profesión de sus vidas en busca de mejor sustento para la familia.

Lo reconocía así una enfermera, con 15 años de experiencia, que decidió trasladarse a un paladar donde ganaba en un solo día más que el salario mensual que devengaba con el Estado.

Un informe de la Dirección provincial de Salud, de noviembre de 2022, recogía que el déficit de enfermeros en la provincia ascendía a 504 plazas —solo en el Hospital Provincial General Docente Roberto Rodríguez, de Morón, existían 160 vacantes; en tanto en los 19 policlínicos avileños estaban interrumpidos 16 servicios, entre ellos, los de Regulaciones menstruales, Electrocardiograma, Laboratorio clínico, Ultrasonido y Rayos X.

Con el paso del tiempo, las cifras de plazas sin cubrir, lejos de decrecer, han ido en aumento, y no son exclusivas de ningún sector.

Invasor lo reflejaba al reseñar el más reciente balance de la Fiscalía Provincial: “Entre los años 2022 y 2023 dejaron la toga, por diversas razones, más fiscales (28) que en el período de cinco años comprendido entre 2017 y 2022, cuando totalizaron 22”. La baja graduación tanto de técnicos de Nivel Medio como de profesionales, también atenta contra el desenvolvimiento de otras actividades vitales como la de auditoría, donde apenas se cubre el 58 por ciento de la plantilla, y la inspección estatal.

Asimismo, las ferias de empleo realizadas en diciembre de 2023 tenían identificadas 1636 plazas vacantes, en sectores como el Turismo y la Agricultura, déficit con una implicación económica incalculable, si pensamos, por ejemplo, cuántos alimentos dejan de producirse o cuantos hoteles podrían cerrar por falta de personal.

Más recientemente, en marzo último, directivos de la Empresa Agroindustrial Ceballos exponían a la prensa cómo han vivido ese proceso de fluctuación y emigración de su fuerza laboral calificada hacia otros sectores que ofrecen mayores bondades. Y ejemplificaban que, solo entre octubre del año anterior y febrero del actual, experimentaron 310 bajas, más del 65 por ciento en el sector productivo y, en menor grado, en el sector especializado.

Se pierden por esa vía especialistas con capacidad de análisis, personal experimentado y tecnólogos e innovadores, claves a la hora de enfrentar roturas, así como viejos cosecheros que le saben los secretos a la tierra.

La competencia es muy desigual, pues mientras la entidad estatal obedece a sistemas de control que no le permiten superar determinados límites en la formación de salarios, el sector privado —aunque en teoría no— puede incrementar los pagos a partir de la inflación de los precios de venta y comercialización, aspecto de mucho peso cuando el sentido de pertenencia se enfrenta a la posibilidad real de satisfacer necesidades básicas del trabajador y su familia.

Y en esa batalla entre vocación y necesidad de mejor remuneración, casi siempre sale victoriosa la segunda, atizada por el alza galopante de los precios de bienes y servicios, unido a otros factores como las malas condiciones de trabajo, falta de medios de protección y pocos estímulos, o sobrecarga de labores ante las plantillas incompletas.

A todas luces, no hay una solución inmediata, ni la economía está en condiciones de aplicar un incremento salarial de forma masiva, por lo que es de esperar que, cual efecto centrífugo, las opciones privadas sigan atrayendo la fuerza laboral joven y de mejor calificación.

Pero en tanto las aguas tomen su nivel y se ordene la pirámide social, hay algo que puede hacerse; por ejemplo, un efectivo trabajo de orientación profesional y formación vocacional, para que nuestros jóvenes vuelvan a poblar las aulas universitarias y no empeñen el futuro a cambio de dinero.

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