Cuando apenas iniciaba su discurso conclusivo, en sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido, acudió a un término que resume “la complejísima situación que enfrentamos”. El también Presidente de la República dijo entonces (22 de diciembre de 2023) que Cuba encara tiempos de economía de guerra “porque debe operar en un escenario de política de máxima asfixia, diseñada y aplicada contra un pequeño país por el más poderoso imperio de la historia”.
Como era de esperar, desde los cubiles de la reacción emergieron las voces condenatorias y, entre ellas, las que tenían la intención de ridiculizar un concepto, sin embargo, precisado en más de una ocasión por los expertos, y utilizado muchísimo antes que el enemigo número uno de la nación instrumentara y comenzara la aplicación de un bloqueo que ya rebasó las seis décadas de existencia.
Quien se aventure a buscar definiciones de este tipo de economía encontrará que la mayoría de ellas no se asocian exclusivamente a la que se adopta en momentos de conflictos bélicos. “La economía de guerra es una situación bélica o de catástrofe en la que el Gobierno toma el control de la gestión de los recursos económicos”, apunta el sitio especializado Economipedia.
La guerra económica, como en más de una ocasión la calificara Fidel, siempre fue parte del engendro imperial al que eufemísticamente denomina embargo. Una cita del líder histórico de la Revolución ponía los puntos sobre las íes en noviembre de 1994: “El bloqueo es una guerra económica contra Cuba, guerra económica; es la persecución tenaz, constante, de toda gestión económica de Cuba en cualquier parte del mundo —Estados Unidos trabaja activamente, a través de sus canales diplomáticos, a través de sus embajadas, para presionar a cualquier país que quiera comerciar con Cuba, para presionar a cualquier empresa que desee comerciar o invertir en Cuba, para presionar y castigar a cualquier barco que transporte mercancías a Cuba—; es la guerra universal, con ese inmenso poderío a su favor, contra la economía de nuestro país, al extremo de realizar gestiones individuales, incluso, con personas, con individuos que intentan desarrollar cualquier actividad económica en relación con nuestro país”.
Llámese situación de catástrofe, máxima asfixia, o guerra económica, resume un contexto en el cual al Estado se le ha hecho cada vez más difícil funcionar, Estado que más de una vez ha sido calificado como de todo el pueblo, pero al cual no le ha quedado otra alternativa que sacudirse obligaciones y deberes, con otros nombres y apellidos en los últimos años, a la hora de consignar responsables. Se trata de una amalgama en la cual se incluyen variopintas formas de gestión no estatal y empresas de subordinación local y nacional, un entramado en el cual se advierten variados comportamientos, en ocasiones, contradictorios.
Tengo la impresión de que muchos en Ciego de Ávila siguen esperando orientaciones del nivel central, a la usanza décadas atrás, en lugar de encarar los riesgos y peligros que entraña asumir mediante la creatividad y la iniciativa los procesos económico-productivos. Así ha sido más cómodo, desde que la fuerza de la costumbre terminó por convertir en habitual el hábito de hacer, o intentar hacer lo establecido y, además, indicado desde arriba.
A estas alturas abundan pequeñas y medianas entidades que viven a costa del mercachifleo de baratijas y alimentos, en lugar de producir; y entidades que casi nada hacen, al punto que obvian las experiencias positivas que funcionan a su alrededor, como el caso de la eficaz aplicación de abonos orgánicos en la Empresa Agropecuaria Arnaldo Ramírez, o la solución a necesidades comunitarias que evidencia la Empresa Provincial de Aseguramiento y Servicios a la Educación.
Cuando prevalecen los que no hacen lo suficiente, al Estado le queda la única opción del rigor, la exigencia y el control real, a pie de obra, de cada uno de los actores económicos. Más operatividad, menos burocratismo. Nunca antes lo necesitó como ahora la Revolución en el poder, cuya economía siempre ha estado en peligro de naufragio en medio de la guerra que se nos hace.