A un colega, cuando me iniciaba en los trajines de mi profesión, le escuchaba decir con frecuencia: “el periodista, no importa el lugar o el momento, nunca deja de trabajar”.
Eso recordé al escuchar a Exnier González Suárez, director general de la Empresa Agroindustrial Ceballos, en un encuentro de homenaje a la prensa.
Yo que, por estos días, me he visto envuelto en no pocas discusiones acerca del bloqueo que intenta asfixiar a Cuba —en las que también reconozco que hay otro interno—, no pude menos que ratificar que hoy se necesita casi ser mago para llevar a buen recaudo cualquier propósito, y mucho más si es de orden económico.
Porque a los que no se cansan de repetir que las medidas extraterritoriales que emplea el gobierno de Estados Unidos no son causantes de primer orden de nuestras actuales dificultades, bastaría con preguntarles cómo harían si tuviesen que dirigir una encomienda organizacional y solo contaran con la décima parte —sí, leyeron bien, la décima parte— del combustible que en verdad necesitan.
No estaría mal imaginar que el empresario más eficiente de un consorcio del llamado primer mundo tuviera que mantener sus ganancias sin apenas combustible y sin otros insumos más que necesarios, imprescindibles en toda la cadena productiva.
Es decir, pienso en un bloqueo inverso para ver si le llueven las críticas por ineficiente, de la misma forma que ahora mismo la campaña anticubana repite, una y otra vez, que, como parte de un estado fallido, somos un fracaso productivo.
Pero del conversatorio con DCeballos, también anoté algo no menos importante. El propio directivo reconoció que mucho se podría hacer ahora si la entidad tuviera, al menos, la tercera parte de los recursos que en los momentos de bonanza recibieron. Fue un reconocimiento tácito a que, de una forma u otra, no se supo aprovechar los recursos de que disponíamos o en ocasiones no se hizo lo que el momento exigía.
Exnier reconoció que, con el cultivo de la piña, por ejemplo, en un momento se insistió solo en la variedad MD2, que necesitaba atenciones tecnológicas exquisitas.
Por aquel proceder, el fruto estuvo casi a punto de dejar de existir en el territorio, y hoy, gracias a las relaciones de trabajo con el Centro de Bioplantas, la piña va camino a ser más que un símbolo de la provincia. Fue solo un ejemplo porque otros, como el despilfarro de combustible o el aprovechamiento ineficiente de las capacidades instaladas en las industrias, vinieron a la mente de este comentarista.
Seamos sinceros. No pocas empresas y proyectos de aquellos tiempos, fueron ejemplos negativos del quehacer productivo de un país. Es verdad, en el campo social los cubanos dimos un paso enorme que se acercó, incluso, a los estándares de los países desarrollados, pero en materia de aprovechar al máximo lo que teníamos fue una asignatura que no se venció.
Ojalá que ahora los grandes obstáculos que enfrenta nuestra economía dejen una gran enseñanza a todos los que administran y dirigen el futuro económico del país.
Por demás, nadie nunca dijo que se hacía una Revolución perfecta, lo que sí se dijo es que hacíamos una Revolución más grande que nosotros mismos. Y eso lo dijo, quien tenía todos los méritos históricos para decirlo.