Nov, 2024.- En las páginas de la historia de Cuba, hay episodios que resuenan con una intensidad que trasciende generaciones. Uno de estos capítulos es el trágico destino de los ocho estudiantes del primer curso de Medicina, pasaje que permanece grabado en la memoria y el corazón de los hijos de la mayor de las Antillas como símbolo de valor, sacrificio e injusticia.
Así aconteció todo: Corría el año ´1871´, en una Habana sacudida por la Guerra de Independencia. Un grupo de jóvenes amantes de la carrera de Medicina, con sueños y esperanzas, se vio atrapado en una red de odio y opresión. Justo el 27 de noviembre, ocho de ellos fueron acusados injustamente de profanar la tumba del periodista español Gonzalo Castañón. Sin pruebas y en un clima de represión y venganza, fueron condenados a muerte en un juicio sumario y despiadado.
El fusilamiento de los alumnos se llevó a cabo ese mismo día. Vidas inocentes, llenas de promesas y aspiraciones, se apagaron brutalmente, dejando una profunda herida en la conciencia nacional. Este acto atroz y despiadado conmocionó a la región caribeña y encendió una llama de indignación y resistencia que alimentaría las futuras contiendas por la soberanía nacional.
Siempre, en la vigésima séptima jornada del onceno mes, el pueblo cubano evoca con dolor y orgullo este infausto episodio, honrando la sempiterna presencia de aquellos jóvenes valientes que, sin pretenderlo, se convirtieron en mártires de la libertad. En las escuelas, plazas y calles, sus nombres son recordados y venerados.
Alonso Álvarez de la Campa, Carlos Verdugo, José de Marcos Medina, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, Pascual Rodríguez, Eladio González y Carlos Augusto de la Torre.
El 27 de noviembre es una fecha de reflexión y compromiso. Los ocho estudiantes de Medicina, con su inmolación, nos enseñaron que el honor son pilares fundamentales en la búsqueda de la libertad.