Yumara Menéndez Martínez y Melva Rivero Leiva donan vida en Primero de Enero. Convergieron en aquella ocasión, cuando un llamado urgente irrumpió la quietud del poblado para convocar a una donación de sangre, ante la gravedad de un paciente, víctima de una agresión física, tan de moda por estos días, que puso en grave peligro su vida.
Aunque han transcurrido varios años, la satisfacción de haber contribuido con la salvación de un coterráneo engrandece a ambas.
Ellas forman parte del prestigioso ejército de 550 donantes voluntarios de sangre, residentes en todos los consejos populares y en la circunscripción especial de Pablo.
En más de una ocasión estas violeteñas se han mostrado altruistas en demasía. Sin embargo, ese trascendental movimiento ha mermado en el transcurso de los años.
En la actualidad suelen ser recurrentes los llamados para colaborar ante la demanda de uno u otro tipo de sangre, porque resulta innegable la insuficiente disponibilidad del vital líquido.
La convocatoria de última hora ante la ocurrencia del accidente de tránsito en Morón, días atrás, corrobora dicha tesis, aunque en estos casos el número de víctimas siempre impacta en las unidades de servicios médicos.
En esta oportunidad, un total de 28 violeteños se trasladaron hasta el Hospital Provincial General Roberto Rodríguez Fernández, de la citada urbe, para donar su sangre ante la compleja batalla por la vida de los afectados, según refirió María Cristina Benedico, jefa de Asistencia Médica en la Dirección General de Salud en predios violeteños.
Al cierre del año 2024, el municipio de Primero de Enero logró el cumplimiento del plan previsto al 95,5 por ciento, lo cual se traduce en alrededor de 573 extracciones, con predominio del aporte masculino. He sido testigo de las “locuras de pasillo” con tal de cumplir la cifra pactada de 50 donaciones cada mes, como parte del Programa de sangre en la geografía municipal.
Una primera lectura de la estadística permitiría el agasajo, pues apenas una mínima parte dejó de recepcionarse. Sin embargo, una segunda lectura iría más allá de la comodidad de un número que, si se compara con la cantidad de pobladores sanos aptos para donar en el municipio, entonces, el dato del plan mensual, parece casi imperceptible.
En la práctica se advierte que los vínculos entre los representantes del programa en el sector de la Salud, los consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia y los Comités de Defensa de la Revolución no se visualizan con la adecuada efectividad en todos los consejos populares.
Tampoco la atención a los donantes se advierte igual en cada momento, tal vez —creo yo— debieran explorar más cada contexto, facilidad o posible colaboración que estimule la útil presencia de estos hombres y mujeres.
Donar sangre no debe parecerse al materialismo de las cosas, debe ser esencia misma de la espiritualidad del ser humano y la grandeza —esa que no se compra con millones— intrínseca en cada obra donde medie la solidaridad hacia los semejantes.
La difícil cotidianidad y el asedio de las carencias, quizás aliente la desmotivación, el desánimo y el posterior cuestionamiento del porqué son partícipes de este gesto noble. Por triste que parezca, es una realidad que late en derredor nuestro y es deber preocuparse de manera oportuna para que esta especie de “fenómeno social” no prolifere.
Al igual que cada provincia, el municipio pasa a ser, entonces, su propio escenario para el acto y los donantes afloran protagonistas, ávidos de relevancia, de renombre, porque su gesto, en la práctica, no es el de todos los que debieran, sino el de los generosos y conmovidos por el derecho colectivo a vivir.
Una apreciación preliminar permite admitir que se ausentan las audiencias interactivas sobre el tema en los barrios. Las donaciones de sangre van más allá de la percepción simplista de una estadística. Cada cifra representa a un ser al que le urge engrandecer su interior, un individuo también necesitado de armonía, distinción y agradecimiento.
Además de la jornada nacional del donante voluntario, deben nacer otros espacios de orientación e intercambio de vivencias. Rediseñar la estrategia de selección y atención a los donantes de sangre continúa a merced de las prioridades de trabajo del sector de la Salud y de las autoridades gubernamentales y políticas.
En los albores de la Revolución cubana, los Comités de Defensa de la Revolución, organización recién creada por ese entonces, le impregnó sellos propios a la promoción de donaciones y a la movilización popular. En la actualidad, sus integrantes deben proyectarse más cautivadores porque una realidad se impone: abogar por las donaciones periódicas para lograr el acceso universal a transfusiones de sangre seguras.
Aparejado a esta matriz objetiva marcha la necesaria y mayor promoción de una cultura que fomente la donación sistemática de sangre en la juventud y el público en general, y acrecentar la sostenibilidad del grupo de voluntarios.
Isdel Espinoza, jefe del Programa de Sangre en Primero de Enero, precisó que el aporte de los donantes posibilita el funcionamiento exitoso del Programa Materno Infantil, el Programa de Transplante de Órganos y Tejidos, de los que contemplan tratamientos a pacientes quemados y con enfermedades hematológicas y los accidentados con politraumatismo, entre otros.
Explica que la seguridad de los componentes y derivados sanguíneos es directamente proporcional a la calidad de los donantes de sangre. Por ende, otro enfoque vital se agazapa tras la captación y selección de las personas adecuadas, que sean sanas y de bajo riesgo. Entonces, cobra vida el mero acto de la voluntariedad, sí, porque un donante voluntario desprende cierta ética admirable, una disposición que emerge de adentro, de sus más puros sentimientos.
Estos compañeros no remunerados que donan con periodicidad le atañen mayor seguridad que quienes lo hacen cuando un familiar o conocido del barrio lo necesita. Los primeros se someten a exámenes médicos con frecuencia y muchos de ellos se activan, cual fuente de obligada consulta y con alta dosis altruista, ante las emergencias.
La tropa de los donantes de sangre debe crecer. En ello también coinciden las violeteñas Yumara Menéndez Martínez y Melva Rivero Leiva, consagradas desde hace más de dos décadas al noble gesto de donar vida.