En tiempos donde las carencias abruman, está comprobado que donde recibamos un buen trato debemos, metafóricamente hablando, hacer reverencias.
Fue en una consulta de Salud, en la policlínica José Agustín Mas Naranjo, del municipio de Primero de Enero, donde constaté que cada recinto alberga su propia peculiaridad y que cada profesional del sector de las mujeres y los hombres de batas blancas conforma su acepción muy personal de la prestación de servicios, algunos nada que ver con otros.
La mañana, que parecía compleja, entre ultrasonidos y Rayos X —a pesar de que se conciliaron padecimientos serios de salud—, llegó a ser el precedente de confirmación de la indeleble grandeza del personal médico de la Isla mayor del Caribe. En esta porción de la geografía cubana, una joven y su padre sintieron la majestuosidad que impregna el buen trato, de la mano del doctor Raúl Escobar Almuñez, especialista en Medicina Interna.
La quietud del paciente arribó tras el examen físico exhaustivo. Mientras auscultaba, investigaba, hacía conjeturas, contrastaba con las demás pruebas clínicas y advertía minuciosamente cada porción de la placa que desnudaba cada pulmón.
Explicaciones sobre aquí, allá y acullá. La indicación de nuevos estudios para encontrar respuestas, todo avalado por el amor hacia la profesión, por diagnosticar a tiempo la esperanza de vida de un enfermo. En un escenario así aflora la nobleza entre los seres humanos y la trascendencia de poseer y mostrar valores morales, de encumbrar la ética destronando malos presagios, ignorando cualquier vestigio de vibra maligna o crítica hacia nuestro Sistema de Salud Pública.
Que existen ejemplos negativos, es cierto. También concuerdo con que urgen mejores prácticas, y que la gestión en la transportación de urgencias, en la efectividad de las visitas de terreno, por solo citar ejemplos, no surten siempre los frutos esperados; también es cierto que la excelencia profesional no siempre va acompañada de la excelencia ética. No obstante, prescindimos de la perfección en muchos otros ámbitos de la sociedad cubana.
Recibir orientación precisa y ofrecer retroalimentación desde la esencia misma de la comprensión y el respeto hacia el médico, devienen garantes de la calidad del servicio y de la relación afectuosa con el paciente, aun cuando, más allá del diálogo, haya que ingeniárselas (con medios propios) para buscar el kit necesario para una intervención quirúrgica o comprar medicamentos importados (o no) desde otras naciones.
La palabra adecuada en el momento preciso, puede ser el mejor aliciente para la tranquilidad del alma cuando asedian las nostalgias. Un razonamiento que, a simple vista, pudiera parecer poético o escepticista, pero que más bien exhibe la reacción positiva derivada de la mano del galeno descansando en el hombro del enfermo.
Esta es la razón por la que la ética aplicada ha incidido en el campo de la Medicina, con el fin de dignificar y humanizar una profesión tan vinculada al sufrimiento humano, donde la competencia científica y técnica transcurre adherida a un compromiso ineludible de carácter moral. Justo por ello, uno de los primeros códigos éticos de la historia, el Juramento hipocrático, dispuso los pilares de lo que seguimos entendiendo como buena práctica médica.
Una atención bien prestada, una voz esperanzadora al oído, un reflejo palpable de la preocupación y la persuasión que induce al paciente a obrar con rapidez, porque en materia de Salud y vida, cada segundo cuenta. Según él (el médico Raulito) aunque acechen las dolencias, es una dicha envejecer.
Quiso decir más. Quiso expresar, con su trato afable, que vale la pena luchar mientras existan respiros. Una interpretación que hubiese sido contraria ante un proceder diverso del especialista.
La crisis de los valores, enfocada hacia la pérdida de los mismos, se adhiere también a los escenarios donde confluyen los servicios médicos. En ocasiones, el tono inadecuado o la frase un tanto impositiva proviene del propio personal de Salud, pero en otras el rol negativo se traspola, asume la piel del paciente y las relaciones humanas emergen turbias, distantes de cualquier indicio de decencia o solidaridad.
Aunque se sufran los “apagones” eléctricos, no haya suficiente solvencia económica frente a precios desequilibrados que “inflan” la cotidianidad, y cada actividad, compromiso de trabajo o proyecto de futuro depare cada vez más positividad y optimismo, resulta beneficioso el buen trato para con uno mismo y los demás.
A la consulta del doctor Raúl asiste un elevado número de pacientes de la tercera edad, por lo que la charla cordial viene a ser el puntal que empodera la calidad del servicio médico hacia este segmento poblacional cargado de vulnerabilidades.
A pesar de las campañas de descrédito que se entretejen —sobre todo en el espacio digital— contra el gremio de la Isla, el prestigio médico se basa en la fusión de componentes esenciales: el diseño del sistema de Salud, la formación de sus facultativos, y un programa fuerte de prevención de enfermedades.
La nueva Ley de la Salud Pública ratifica que el Gobierno socialista de Cuba considera que el acceso a los servicios de Salud es un derecho humano y fundamental.
Aunque no transformará la actual carencia de aseguramientos que frena el desempeño ansiado en las instituciones sanitarias, la norma deja claro en sus apartados que estos servicios se brindan con respeto a la dignidad humana, en condiciones de igualdad, sin discriminación por ningún motivo, y con equidad, basados en los principios de la bioética y la ética médica.
En correspondencia con el asunto descrito, plagado de sensibilidad humana, en disímiles oportunidades la máxima dirección del país ha insistido en prestar especial interés al buen trato del personal que labora en las instituciones de Salud, desde un Cuerpo de Guardia hasta cualquier consulta especializada.
Este es un sector donde hay mucho compromiso, experiencia y cultura. Así se reconoce a estos profesionales, quienes, en su mayoría, convierten en desvelo cada escasez que persiste. De ahí que el buen trato apacigüe cada dolencia y sea la imagen urgente que requiere la vida todos los días.
En la consulta del doctor Raúl se recibe la calma, aunque el dolor agobie. Cada prescripción o sugerencia viene como anillo al dedo cuando el caos emocional acecha. Merecidas reverencias para el trato que emana de este galeno, un sentido de la excelencia tan necesaria que se identifica con las buenas prácticas en el sistema de la Salud Pública.