Estudios confirman avances en la recuperación de la capa de ozono del planeta, a partir de un aumento leve pero constante del gas en las partes superiores de la estratosfera.
Cuando las investigaciones científicas anunciaron hace cuarenta años el agotamiento del llamado escudo protector de la vida en la Tierra, la comunidad internacional adoptó el Convenio de Viena, en 1985, con el objetivo de establecer un mecanismo de cooperación para la protección de esa especie de franja o zona que absorbe la radiación ultravioleta del Sol y previene daños a la salud humana , los ecosistemas, e incluso, a los plásticos, la madera y otros materiales.
Poco después, en 1987, el Protocolo de Montreal abogó por el control de la producción mundial y el consumo de sustancias químicas que destruyen la capa, como los clorofluorocarbonos (CFC) y los hidrofluorocarbonos (HFC), con el propósito final de eliminarlas sobre la base del progresos de la ciencia y la información tecnológica.
En conmemoración de la fecha de la firma de ese tratado, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono.
La ratificación de la Convención de Viena y del Protocolo de Montreal en 2009 evidencia la trascendencia de dos de los acuerdos ambientales más exitosos de la historia, acogidos por varios países desarrollados y en vías de desarrollo conscientes de la importancia de la acción colectiva global para la solución de un problema que concierne a todos.
Este 2025 la celebración recuerda que, aun cuando existen logros en la disminución de la capa de ozono, urgen los esfuerzos frente al cambio climático y la actividad desmedida del hombre en contra del entorno.
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