Mujeres cubanas celebran XI Congreso de su organización. Foto: Pastor Batista Valdés

Mujer que dice, mujer visible

A mi abuela sus padres solían decirle que no alzara la voz, que jugara con las muñecas sin entrometerse en los asuntos de los hermanos. Su inocencia de niña fue transformada por las enseñanzas que cargaba su género: servir, cuidar, callar, ser invisible.

Quizá se cansó de tanta sumisión, o quiso gritar en algún momento de su vida, y quebrar las cadenas que la oprimían. Nació en otro siglo, pero ciertos mandatos no han cambiado.

Decir que en el mundo de hoy las mujeres han conquistado todos los espacios, y que existe igualdad entre los géneros sería vendarse los ojos ante una brecha evidente. La carga de trabajo no remunerado, la violencia de género y la poca representación política solo son algunos ejemplos que les obstaculizan la vida.

En este tiempo –un poco diferente al de mi abuela– hay otras batallas por ganar. Se suman intersecciones que van más allá del género, e incluyen la raza, la clase social, la orientación sexual y otros factores que perpetúan la desigualdad.

En Cuba, los avances de la sociedad van de la mano con los debates en materia de género. Se han logrado cambios legislativos que amparan a la mujer y se sancionan los hechos delictivos. El Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres; la Estrategia Integral de prevención y atención a la violencia de género y, en el escenario familiar, el Código de las Familias, entre otras, son políticas públicas que demuestran los progresos por alcanzar la equidad. No obstante, persisten desafíos.

Si bien dominan gran parte de la fuerza laboral en el país, ellas siguen en una situación de desventaja. El hecho de ser las encargadas de la crianza de los hijos e hijas, de velar por la familia y de ser responsables del bienestar en el hogar restringe su acceso a los escenarios públicos.

Por ejemplo, el embarazo adolescente implica el abandono escolar y limita las posibilidades laborales y de superación de las madres, además de que impone riesgos en materia de salud y complejas dinámicas familiares.

La violencia de género está impregnada socialmente en todas las dimensiones y, aunque los índices parezcan imperceptibles, en realidad son señales de alarma. Sigamos siendo proactivos, como estipula la ley.

Cada 8 de marzo, millones de mujeres alzan sus voces, en pos de un mundo de equidad.

En Cuba, en cambio, celebran sus conquistas y procuran otras que las hagan todavía más libres, emancipadas, dueñas de sí.  

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