Existen hombres cuya consagración a la obra cotidiana, social, y resultados positivos de su quehacer transcurren de forma anónima, como no sea en el entorno donde se les conoce: familia, vecinos, amigos y colectivo de trabajo. Palabras que sustentan, cual pedestal, la gesta de Daniel Vega de la Cruz.
Liniero por convicción, al seguir los pasos de Jaime, su hermano mayor, no hay mañana en que Yariana, su esposa, al abandonar el hogar, uniera al beso de despedida palabras tiernas y el consejo de cuidarse durante cualquier tarea, por sencilla que fuera.
Así ocurrió el 6 de febrero último, jornada laboral en la que, cumplida la misión habitual de atender las quejas de clientes en cuanto a averías, interrupciones, cambio de acometidas y aisladores, además de transformadores, líneas primarias y secundarias, conexiones en viviendas nuevas, etc., recibió la encomienda, por la Dirección de la Empresa Provincial, de acudir a la subestación ubicada en el área de San Juan, aledaña a la ciudad de Matanzas.
En el lugar se había fragmentado el cable de suministro de energía eléctrica a los motores de las turbinas instaladas en los pozos para el bombeo de agua potable desde los manantiales de San Juan y Bello, los más importantes del acueducto ubicado en el Consejo Popular El Naranjal.
Interrupción que, por numerosas jornadas, produjo carencia de agua potable en las partes alta y baja de la ciudad de Matanzas. No solo en el área residencial, sino en centros de Salud, Educación, producción de alimentos, Agricultura; por lo que fue necesario el empleo de numerosos medios de transporte para suministrar el importante líquido.
Luego de una amplia exploración por los parajes, hallaron el lugar exacto por donde se había truncado el alambre conductor eléctrico, y de inmediato se dieron a la labor de subsanar la rotura. Solo que, al acoplarlo al sistema general, este hizo tierra, y hubo que escalar a una de las partes de la subestación.
“Llevábamos varias horas de faena. Nos acompañaban varios directivos de la Empresa, incluido Jorge Alejandro Rodríguez Azpetia, su director general, cuando se decidió ascender a lo alto del panel que integra la subestación para conocer la causa del problema, y eliminarlo de una vez por todas. Eran alrededor de las cuatro de la mañana. Oscuridad total.
“Escalé con los medios de protección, pero uno de los angulares de esa estructura, al que había sujetado el cinturón de seguridad, se partió debido a los años de permanencia en el lugar. Me vine abajo, se me fracturaron el fémur izquierdo y la cadera, hasta el casco que llevaba en la cabeza se partió en dos”, explicó Daniel, de notable estatura y peso corporal.
“Nunca antes había tenido un accidente de tal naturaleza. A mis compañeros siempre les he advertido lo importante que es usar los medios de protección. Es, como digo yo, nuestro seguro de vida. En este caso, como todo estaba oscuro, no se pudo detectar que esa fracción de metal estaba en malas condiciones.
“Inmediatamente después de la caída, todos los que se hallaban allí me auxiliaron, pasaron segundos para que fuera llevado con urgencia al Hospital Faustino Pérez, donde todo el personal médico me brindó una meritoria atención, antes, durante y después de las operaciones del fémur y la cadera”.
“Algo semejante ocurre con mis compañeros de la organización básica eléctrica (OBE) y de la empresa provincial. Ellos se mantienen al tanto constantemente sobre mi estado de salud, si no vienen pues llaman. No ha faltado nada, ni lo material ni lo moral”.
A los 11 años llegó a Matanzas desde su natal poblado de Songo La Maya, Santiago de Cuba, donde nació el 11 de noviembre de 1976, en el seno de una familia humilde, formada por siete hermanos, con Elizabeth y Heriberto como padres.
Al crecer y ver a Jaime en los trajines del oficio de liniero, “el bichito comenzó a darme vuelta, más él que me llevaba a veces a verlo trabajar, hasta que decidí que yo también lo sería. Cursé la preparación en la escuela que había cerca del poblado de Cidra, y terminé en la Escuela Ernest Thaelmann. A los 21 años, hace 27, comencé como liniero, trabajo que me gusta aun con todas las complicaciones que implica.
“Si me preguntas qué es lo que más me emociona de cuanto hago, le digo que ver a personas sonriendo luego de reparar cualquier avería, y muy en especial a quienes casi llorando nos felicitan cuando luego de varios días o semanas volvían a ver iluminadas sus casas, después del azote de huracanes y ciclones. Así ocurrió en Santiago de Cuba, Pinar del Río, Camagüey, La Habana y demás provincias. Al formar parte de los contingentes que, casi sin dormir y hasta altas horas de la noche, trabajábamos para restaurar el fluido. ¿Quieres ver cosa más linda y emocionante que eso?”, aseveró con alegría.
Recuerda, entonces, los días del huracán Michelle —domingo, 4-11-2001—, inolvidable para los matanceros por el cuantioso daño causado en vidas humanas y materiales. “Entró por el sur y no dejó nada en pie, sobre todo en la Ciénaga de Zapata, Jagüey Grande, Colón, Los Arabos, donde a los árboles los acostó a dormir, o al menos eso parecía, así como miles de viviendas, tallleres. No hubo descanso, tampoco lo pedimos, hasta restablecer el servicio total en los territorios centrales de la provincia, y Varadero”.
“Atendemos líneas desde 33 000 voltios hacia abajo, porque las de 110 000 y 220 000 las atienden otros especialistas de la familia eléctrica.
“Ah, quiero que sepas que tengo tres muchachos: una niña, Daniela, de nueve años, es la más pequeña; y, de mi otro matrimonio, Carlos Daniel, estudiante de 12 grado en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, y Janier”.
De ellos en especial recordó cuando ocurrieron los sucesos del voraz fuego en la Base de Supertanqueros de Combustibles de la División Territorial Matanzas —5 agosto de 2022—, al ser llamado para esta misión especial como liniero durante y después del siniestro, pensaba sus hijos, pues la peligrosidad del hecho le suponía cualquier riesgo.
“A ellos, mi esposa, padres, hermanos y demás familia siempre los tuve presentes, pero no di un paso atrás, ahí estuve hasta cumplida la nueva misión, de la que nos enorgullecemos todos los que acudimos, porque, una vez más, no le fallamos al pueblo y a la Revolución”, dijo con marcado acento en las palabras y especial brillo en sus ojos, desde su convalecencia en la cama.
Por esa y otras vitales tareas, Daniel fue merecedor de numerosos reconocimientos laborales, sindicales y administrativos. Méritos que sembraron de gloria su ejemplar andar, siempre marcado por la sencillez y modestia, así como por el cariño de su familia, y la conquista del respeto de sus compañeros del diario batallar.
* Daniel Vega de la Cruz falleció tres días después de esta entrevista, en la madrugada del sábado 2 de marzo último, a causa de una trombosis venosa profunda (coágulo de sangre). Llegue a hijos, esposa, padres, compañeros de labor y amigos nuestro más profundo pesar por la irreparable pérdida.