Mediante su muro en Facebook, el Ministerio de Educación Superior (MES) anunció, recientemente, cómo será el otorgamiento de carreras en 2024. La información, un mes atrás, la concedió en conferencia de prensa la Dra.C. Deisy Fraga Cedré, directora general de Pregrado del MES.
El orden establecido para obtener las carreras consta de cuatro momentos. El primero favorece a los estudiantes que aprobaron los exámenes de ingreso en Matemáticas, Español e Historia con al menos 60 puntos; y el segundo, a los suspendidos.
Después, por orden, a quienes decidieron no presentarse y a los aspirantes egresados de la Enseñanza Técnica y Profesional, de la Facultad Obrero Campesina, de preuniversitario de cursos anteriores y los demás que considere la Comisión de Ingreso Provincial.
Exacto, con el propósito de no negarle posibilidades a nadie, para algunos carecerá de esfuerzos el acceso a la Universidad en su modalidad de curso diurno. Los coloca, sin mediaciones, en un nivel que para antes alcanzarlo se debían demostrar ciertos “méritos”. Esa es la lectura obvia, generalizada.
Detrás está el desinterés que prima en los últimos años por acceder a las casas de altos estudios. El decrecimiento en el ingreso al Nivel Superior es perceptible desde hace alrededor de un lustro, agregó Fraga Cedré.
La demanda de plazas para la universidad ―más de 104 000 este año en la sumatoria de todas las modalidades― mengua a la vez que crece el objetivo de materializar proyectos a menor plazo, basados en las oportunidades y la remuneración que ofrece en la actualidad el sector privado, por ejemplo.
Asimismo, estudiando la carrera, ronda sobre sí la interrogante de para qué les será útil el título fuera del ámbito profesional, directamente en el plano económico. A lo anterior, por si fuera poco, sumémosle entre las causales de abandono, el alto flujo migratorio.
En esta página, a inicios de febrero, se planteaba la problemática y se exponía que, de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez, al finalizar el curso 2023, egresaba apenas el 49 por ciento de los matriculados hacía cuatro años en la modalidad de curso diurno.
La mayoría interrumpió sus estudios “no por deficiencias académicas, sino por motivos personales”, señalaba el comentario.
La “vía libre” para entrar la Universidad es probable que consiga el efecto contrario al que persigue, motivar. ¿Cuánto valor le puede conceder un alumno a las pruebas de ingreso si conoce que por el número de plazas que ofrecen de su carrera posee grandes probabilidades de obtenerla?
La disyuntiva es trasladable a si deberían eliminarse los exámenes de ingreso y que el escalafón de los tres años de preuniversitario establezca el orden, o si las pruebas de aptitud serían necesarias antes de empezar otras carreras que no sean únicamente las de Relaciones Internacionales, Periodismo y las del Instituto Superior de Arte.
Optar por las carreras más pretendidas es el verdadero aliciente para la preparación. En este punto, lo inconcebible es certificar que sin superación constante se logra un título universitario, y, de alguna, manera puede que el alumnado lo entienda así.
Preocupa que ingresar a la Universidad asegure egresar. Ahora, corresponderá entonces a los profesores de la Educación Superior determinar con el “doble” de rigurosidad si el estudiantado expresa aptitudes para superar la carrera.
Entiéndase por “doble” rigurosidad que la universidad recibirá estudiantes que en un período anterior no hubiera recibido. Recae sobre sí un peso devenido de una medida “urgente”, que, como refirió Fraga Cedré, variará para el siguiente curso. Por ende, habrá que ser todo lo exigente posible para materializar una formación con la máxima calidad. Incluso, luego lo propio les atañerá a los empleadores de los egresados.
Si las plazas lo permiten, si no son excesivas, entregárselas a quienes quieran disponer de ellas resulta una opción más. Estudiar deviene oportunidad para todos. Digámosle, esa es la mirada positiva.
En definitiva, la problemática más que en el ingreso del que desaprobó o ni siquiera se presentó a exámenes está en que luego terminen graduándose sin competencias, solo por la necesidad de poblar puestos laborales. Lo mismo deberá ocurrir con quien sí aprobó, con todos. En esos casos, las consecuencias sí costarán y mucho en el desarrollo profesional y económico del país.
Cierto, además, es que existen tantas variables como estudiantes. ¿Cuántos que no fueron alumnos brillantes si son brillantes profesionales y viceversa? Solo el futuro determinará cuánto influyó verdaderamente la toma de esta decisión generada del presente contexto.