La luz del sol se extiende por la calle llena de camas, colchones, armarios, refrigeradores, ropa… son ecos de lo que quedó luego de las inundaciones provocadas por la tormenta tropical Oscar, en la comunidad de El Salao, en Imías.
Yuniel Dislao Labañino, trabajador del Banco y padre de dos hijos, trata de recuperar lo que puede de su hogar, un lugar que ha sido testigo de su vida durante los últimos 17 años. Su vivienda, que una vez fue refugio seguro, se convirtió en campo de batalla contra la furia del agua.
“Nunca había pasado algo así”, relata Yuniel con tristeza. La noche de Oscar las torrenciales lluvias desbordaron ríos y arroyos. El agua fue terrible, explotó la puerta y se metió con fuerza que jamás imaginé”, recuerda cómo la corriente arrastró todo a su paso.
A pesar del caos, Yuniel se aferra a la esperanza: “El frío lo pudimos recuperar, lo lavamos y le hemos dado sol”, dice, señalando al electrodoméstico que milagrosamente sobrevivió al desastre, como si ese simple acto representara un pequeño triunfo en medio de la devastación.
“Cuando amaneció, los vecinos se unieron para ayudarnos a sacar lo que estaba enterrado, siempre solidarios, y compartiendo lo poco que tenemos”, dice con gratitud, en momentos como este, cuando el espíritu de la unidad brilla con más fuerza.
El delegado del área ha estado presente, visitando a los afectados y brindando apoyo, comenta Yuniel en tono agradecido. “Volveremos a levantarnos, tal vez no tengamos todas las cosas de antes, pero estar vivos es lo más importante”, puntualiza.
Recuperar palabra de orden
El río de El Salao, de tranquilo carácter y escasas crecidas, se desbordó de manera inesperada. “Nunca había pasado algo así en 75 años”, asegura un anciano lugareño mientras acompaña a su esposa a lavar en el cauce.
En la madrugada del desastre, el agua superó el nivel de las persianas de hogares incólumes durante generaciones.
“Cuando el río crece, se seca pronto, pero esta vez fue diferente”, añade el hombre. Las imágenes de la inundación aún son vívidas en la memoria de los lugareños.
A medida que el sol comienza a asomarse, la comunidad se moviliza. Un hombre montado a caballo aparece en la escena, trayendo sacos llenos de ropa recuperada del fango. “Hay que tratar de salvar todo lo que se pueda, repite, mientras otros vecinos, con palas y cubos en mano, trabajan para limpiar sus pertenencias. “Hay gente que está peor que nosotros, que han perdido todo”, enfatiza un joven, quien no deja de remover el barro que cubre su hogar.
En la comunidad de El Salao las torrenciales lluvias desbordaron el río y los arroyos, explica Geovannis Arias.
Giovanni Arias, delegado de la Circunscripción 7, de El Salao, se une a los esfuerzos de recuperación. A pesar de las alertas previas al paso del meteoro, el río llegó a niveles insospechados, comenta con seriedad.
“En plena madrugada, los vecinos salimos a la calle a auxiliar a quienes estaban en peligro. A las 2 o 3 de la mañana, muchos comenzaron a autoevacuarse hacia lugares más altos”.
Con el amanecer, la comunidad se organizó para iniciar la recuperación. “Habilitamos el punto de venta en la Cooperativa de Crédito y Servicios para distribuir recursos lo más rápido posible”, explica Arias. Los activistas locales están al tanto de los casos más críticos y priorizan su atención.
A pesar de las dificultades, el delegado asegura que no hay derrumbes totales de viviendas.
“Los técnicos evaluarán la situación más adelante, pero hay casas que han quedado sumergidas hasta la mitad de las persianas, muchas han perdido todo en su interior: electrodomésticos, muebles y recuerdos familiares fueron arrastrados por la corriente. Aquí nadie está sentado; todos trabajamos para recuperarnos”, afirma Arias, optimista.
La comunidad se une en un esfuerzo colectivo por restaurar lo que se ha perdido y ayudar a quienes se encuentran en situaciones más críticas. El sol lo tapa ahora una gran nube, amenazando posibles lluvias y en cada rincón de El Salao hay un mensaje claro: “Recuperar todo lo recuperable”.