Sep, 2024.- En el silencio de la mañana, cuando el sol apenas acaricia el horizonte, Virgilio Díaz Rodríguez se levanta con la determinación de un guerrero y la paciencia de un sabio. Su labor, tan antigua como la humanidad misma, es un arte que combina ciencia y amor por la naturaleza.
Sus manos, curtidas por el trabajo y el tiempo, manejan con delicadeza cada colmena, hogar de miles de pequeñas vidas que dependen de su cuidado. Las abejas, esas laboriosas criaturas, encuentran en él un aliado, un protector que entiende su lenguaje y respeta su labor.
Cada gota de miel que recolecta es un testimonio de su esfuerzo y dedicación. Cada frasco de miel, lleva un pedazo de la naturaleza, un recordatorio de la belleza y la fragilidad del universo.
La apicultura no es una faena fácil, pero es noble. En un mundo que a menudo olvida la importancia de lo pequeño, el guaimareño Virgilio Díaz Rodríguez nos recuerdas que la grandeza se encuentra en los detalles, en el zumbido constante de una colmena, en la dulzura de la miel, en la vida que florece gracias a su cuidado.
Gracias, Virgilio, por su dedicación y por enseñarnos que la verdadera riqueza está en la conexión con el medio ambiente y en el respeto por todas las formas de existencia.