Mar, 2025.- Cumplir con la tarea escolar, más que compromiso, se transforma en un hábito del que los alumnos no pueden desprenderse en el curso lectivo.
Durante el transcurso del ciclo académico resulta admirable apreciar cómo los estudiantes investigan, indagan, preguntan y siempre encuentran respuestas acertadas con la ayuda de mamá, papá, la abuela y el abuelo. Estos últimos se suman con entusiasmo y optimismo al ejercicio de repasar lo aprendido junto al discípulo, especialmente después de culminada la faena laboral, cuando toda la familia se moviliza para colaborar en casa.
Es cierto que este esfuerzo compartido se disfruta plenamente. Fomenta el pensamiento crítico y obliga a desempolvar textos bien guardados en el librero, elemento indispensable en los hogares.
Apoyar a los niños en el cumplimiento de sus deberes despierta en la memoria de los adultos recuerdos inolvidables en los que, aferrados a las sábanas, daban vueltas en la cama renuentes a levantarse, hasta que el incansable reloj y el tierno beso de los progenitores rompían la inercia de aquel nuevo amanecer que olía a escuela, a clases.
Cada tarea anotada en la libreta con la correspondiente referencia al texto a consultar abre novedosos horizontes para enfrentar la vida. Es en esos momentos cuando centellean anécdotas, historias y leyendas, unidas a los sempiternos ejemplos de cuánto se puede lograr con voluntad, tesón y esfuerzo.
La tarea permite a los infantes incrementar su acervo cultural. A través de ella conocen más de cerca a los héroes y mártires de la patria y descubren por qué se plantea que el surgimiento de las ideas nacionalistas cubanas no fue casual ni fortuito, sino fruto del desarrollo del pensamiento de muchos hombres capaces de adelantarse a las corrientes de su época. Tal es el caso del filósofo Félix Varela y Morales, de quien José de la Luz y Caballero dijo: «nos enseñó a pensar». (Fotos CubaSí)