Oct, 2024.- En un rincón tranquilo de la escuela primaria Rafael Morales, en Guáimaro, donde el bullicio del mundo exterior se desvanece, se alza una biblioteca. Este santuario de sabiduría y aprendizaje es mucho más que un simple local; es un refugio donde el conocimiento pervive y florece.
Las estanterías, repletas de textos de todas las épocas y disciplinas, son testigos silenciosos de la evolución del pensamiento humano. Cada volumen, cuidadosamente colocado, guarda en sus páginas las ideas, sueños y descubrimientos de generaciones pasadas. Aquí, el tiempo parece detenerse, permitiendo a los estudiantes viajar a lo largo de los siglos.
Es, sin duda alguna, un sitio de encuentro para mentes curiosas. En él, estudiantes y profesores, todos amantes de la lectura, se reúnen con el objetivo de dar respuestas a sus preguntas o simplemente disfrutar del placer de leer.
Estos recintos mágicos no son solo depósitos de libros; son también centros de comunidad. Ofrecen talleres, charlas y actividades que fomentan el aprendizaje y la creatividad. En sus paredes resuenan las voces de autores, poetas y pensadores, inspirando a las nuevas generaciones a explorar y descubrir.
En un mundo cada vez más digital, las bibliotecas siguen siendo un faro de conocimiento tangible. Nos recuerdan la importancia de la palabra escrita y el valor de la reflexión pausada. Son, en esencia, los guardianes de la herencia intelectual.
Del tema versa la siguiente entrevista, sugerencia de la reportera Yamilé Ricardo Velázquez. Esta periodista dialoga al respecto con la bibliotecaria guaimareña, Yardelis Porta Guerra. (Foto Ecured)