Jun, 2025.- En Guáimaro vibra una historia compuesta con el pulso del alma. Los músicos de esta tierra no solo tocan: respiran en compás, siembran notas como semillas y sueñan en clave de sentimiento. Son guardianes del eco profundo del pueblo, magos sonoros que convierten el silencio en emoción viva.
Desde las cuerdas modestas de un tres hasta el estallido de una orquesta plena, los artistas locales elevan la emoción a forma de arte. Cada nota que lanzan al viento se convierte en relato, tejido con voces, partituras y corazón. No permiten que la melodía se apague, porque para ellos la música no es un trabajo: es una forma de mirar, sentir y narrar el mundo que habitan.
Bajo el cielo de un poblado que respira a ritmo propio, florecen sonidos que desafían al tiempo, espinelas que hacen raíces y armonías que cruzan generaciones como puentes invisibles. En el más oriental de los territorios camagüeyanos, cada acorde es un compromiso con la memoria, una promesa sutil: mientras haya oídos abiertos y alma despierta, la música no morirá, seguirá latiendo. (Foto tomada de Facebook)