Quien asista a un criadero de cocodrilos, como el situado en el tramo del Circuito Norte que enlaza los municipios de Morón y Bolivia, en la provincia de Ciego de Ávila, obviamente, aspira a ver los temibles reptiles y entrar en contacto con ellos, siempre desde una distancia prudencial y respetando todas las medidas de seguridad.
Las circunstancias impondrán los límites, pues se está en presencia de grandes depredadores, que no dejan de infundir temor aunque permanezcan en hibernación, como es usual en la etapa invernal.
Lo extraño es arribar a un sitio de cuidado de estas fieras semiacuáticas y percibir que lo habita un flamenco como Paco, rescatado por técnicos en Conservación de la Empresa Provincial de Flora y Fauna, tras el paso del huracán Irma, cuando en ecosistemas costeros de Cuba perecieron múltiples de estos animales ante la adversa situación climatológica.
Esta esbelta y vistosa ave tuvo la suerte de ser asistida, en particular, por técnicos y especialistas en Conservación del Criadero de Cocodrilos de Morón, donde habita hace casi seis años y se siente en un ambiente confortable, debido a las atenciones allí recibidas.

Paco, nombre al cual responde, es casi siempre el primero en dar la bienvenida a los visitantes al lugar y parece guiarlos mientras camina delante de ellos por las diferentes áreas de un sitio consagrado por 28 años a la conservación de cocodrilos, pero donde también resguardan y reproducen, aunque en menor número, especies como jutías y jicoteas.
Estos ejemplares se convierten en atractivos para el ecoturismo, con clientes nacionales y extranjeros, actividad económica que sustenta una parte de las labores de conservación y posibilita incrementar los nexos entre los seres humanos y la naturaleza.
Participar en la alimentación de estos animales, aunque se concibe como un espectáculo, tiene el firme propósito de despertar el amor, la sensibilidad y el respeto por otros seres que habitan la Tierra.