La brecha de financiación anual para el desarrollo sostenible supera los 4,3 billones de dólares y podría ascender a 6,4 billones en 2030, pese a los compromisos monetarios al amparo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El déficit «puede parecer una suma elevada, pero es una gota en el océano en comparación con la abundancia de nuestro mundo», señaló onu Comercio y Desarrollo (la antigua Unctad), al estimar la riqueza anual en más de 450 billones (millones de millones) de dólares.
Si la humanidad invirtiera cada año menos del 1 % de esa cifra total, podría poner fin a la pobreza extrema durante la presente generación y proteger el medio ambiente, para que pueda sustentar la salud y la prosperidad de las descendencias futuras, juzgó la institución.
Sin embargo, las principales potencias del orbe –salvo contadas excepciones– continúan sin cumplir el compromiso de destinar el equivalente al 0,7 % de su producto interno bruto a la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD).
Además, ahora están abandonando las obligaciones y la entrega de recursos «a una velocidad y escala históricas», afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres, en un foro del Consejo Económico y Social del organismo.
Tampoco resulta desconocido que la AOD cambió de fisonomía, al aumentar el otorgamiento de créditos en condiciones favorables en detrimento de las subvenciones, lo cual eleva la carga de la deuda.
Será casi imposible llegar a 2030 con la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como se prometió en septiembre de 2015; en cambio, los gastos bélicos crecen de forma exponencial como nunca antes y los costos de los endeudamientos son cada vez más prohibitivos para las naciones empobrecidas.
El servicio de la deuda de las economías en desarrollo supera los 1,4 billones de dólares anuales. El monto específico en más de 50 países sobrepasa el 10 % de sus respectivos ingresos públicos, y en 17 casos excede los 20 puntos porcentuales, sostienen datos de la ONU.
Según la Unctad, casi dos tercios de esos empréstitos están ahora en manos de entes privados, con incentivos diferentes a los de los acreedores donantes bilaterales tradicionales, lo cual añade complejidad a la reestructuración de los créditos.
«Algunos tenedores de bonos privados se han convertido de facto en acreedores principales, situándose por encima de los prestamistas multilaterales y oficiales, y algunos están dispuestos a litigar agresivamente», lamentó la secretaria general de la Unctad, Rebeca Grynspan.
Hasta el momento no existe un mecanismo expedito de suspensión de pagos mientras las negociaciones se prolongan, y los países no pueden acceder a los mercados de capital ni refinanciar sus compromisos. «Así, no hay moratorias de deuda, pero sí de desarrollo», opinó la funcionaria.
La arquitectura del sistema financiero internacional no responde ni al aumento de las necesidades ni a la urgencia de los ODS; todo lo contrario, perpetúa privilegios para las compañías transnacionales y las economías avanzadas.
De acuerdo con la confederación internacional Oxfam, las cinco mayores corporaciones del orbe tienen una facturación anual conjunta superior a los ingresos totales de 2 000 millones de personas.
«El poder monopolístico, cada vez mayor, explica en gran medida el crecimiento de la concentración de riqueza extrema y la desigualdad» consideró la organización no gubernamental en su informe. El saqueo continúa.
Un 18 % de la riqueza de los actuales millonarios es fruto del poder de los monopolios, los cuales pueden controlar los mercados, establecer las reglas y los términos de intercambio con otras empresas y trabajadores, argumentó el estudio.
Al decir de Oxfam, resulta «imposible llegar a entender por completo la naturaleza de la actual crisis de desigualdad sin asumir la alargada sombra que proyecta el pasado colonial, y cómo este continúa alterando nuestro presente».
Del 30 de junio al 3 de julio sesionó en Sevilla, España, la cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. El pronunciamiento final, con el apoyo de 192 Estados, incorporó novedosas propuestas, pero «del dicho al hecho hay buen trecho», como dice un viejo refrán.
Invertir en desarrollo «no es un acto de generosidad: es una cuestión de seguridad, estabilidad y esperanza compartida», aconsejó el Secretario General de las Naciones Unidas, a sabiendas de que los ODS van por mal camino.
Tomado de Granma