Camagüey.- Quiero despedir el año con una crónica de madre, como parte de este relato de maravillas que nos suceden en casa, sucesos que vamos coleccionando para cuando tengamos tiempo de escribirlos. A veces se nos escapan de la memoria o se mezclan con otras travesuras, pero hoy quiero hilvanar todo como una celebración: al cuidado que hemos puesto al libro, a los buenos ratos regalados por la lectura compartida entre su vocecita y la mía; y, sobre todo, a seguir cultivando con mucho cariño nuestra colección de autoras favoritas.
Alma Flor Ada, una escritora camagüeyana, se mantiene presente en nuestras vidas de muchas maneras. Aunque radicada en Estados Unidos, sigue atenta a las publicaciones de su ciudad natal y siempre encuentra una palabra de gratitud, incluso hacia quienes no conoce personalmente. Está ahí, como un abrazo invisible que reconforta.
Tengo la dicha de contar con sus libros en casa. La conocí por primera vez con el pretexto de una entrevista, cuyo objetivo era descubrir por qué deseaba celebrar sus 80 años de edad en la casa de su infancia, en Camagüey, y eso hizo el 3 de enero de 2018. Alma Flor me recibió entonces con una generosidad que nunca olvidaré. Aun sin conocerme, me obsequió una bolsa llena de libros: textos infantiles y otros que recrean la historia de su familia en el Camagüey de sus abuelos, incluyendo su casa de la niñez, hoy el Museo Quinta Simoni.
Aunque el nombre de mi hija no fue inspirado directamente por ella, sino por Alma, la amada del cineasta Alfred Hitchcock, estoy segura de que, de haber conocido antes a Alma Flor, habría elegido su nombre. Porque en esa Alma se concentra todo lo valioso de una mujer: sensible, inteligente, bondadosa, valiente y libre. Precisamente esas son las virtudes que aspiro para mi niña. Hoy puedo afirmar que las Almas nacen con estrella.
Cuando mi hija era pequeñita, se enamoró de El cuadradito azul, un cuento ilustrado por Ulises Wensell donde Alma Flor, con figuras geométricas, enseña sobre la importancia de respetar las diferencias y celebrar las similitudes que nos unen. Esa edición bilingüe de 2012, preciosa y útil, es una joya. Los niños aprenden sobre identidad, tamaños, colores y formas. En su dedicatoria, Alma Flor escribió a mi niña: “Que en tu vida haya siempre alegría”.
Otro de sus libros favoritos es Noticias del Bosque Escondido, publicado por Alfaguara en 2007, con ilustraciones de Leslie Tryon. Este libro, que mezcla cuentos clásicos con un formato de periódico, nos hace reír y reflexionar. El travieso Juan Blanco, que trepó por la mata gigante de frijoles y volvió gracias a su mamá, nos recuerda lo incondicional de este amor. Mi hija, al escuchar la entrevista ficticia de Bonita Orejaslargas (una coneja periodista), ríe y me dice que soy yo, porque también soy periodista.
Los personajes del bosque son un caleidoscopio de la literatura clásica, viviendo juntos como una comunidad: la Abuela Rosa Granate, directora del diario; Papá Oso, editor internacional; y la Gallinita Roja, encargada del diseño. Cada historia nos conecta con nuestras vivencias. Este año, por ejemplo, mi hija experimentó con un germinador casero: un frijol plantado en algodón húmedo que, día a día, narró en su libretica hasta que finalmente entregó el proyecto. Fue su propio diario del frijol, paralelo a la historia de Juan Blanco.
Mientras cerramos el año, quiero recordar aquella entrevista de 2018 que se convirtió en el inicio de una conexión más profunda con Alma Flor Ada. Celebrar su cumpleaños en la casa de su infancia fue un acto simbólico: regresar a las raíces para honrar lo que somos. Este texto sirve también para saludar su próximo cumpleaños, recordando su impacto no solo como autora, sino como una mujer que ha sabido cultivar historias y relaciones humanas.
El collage que acompaña esta crónica es un regalo de mi hija, una obra hecha con cariño que reúne recuerdos entrañables: su matica nacida de un frijol como resultado del experimento escolar, las cubiertas de los dos libros infantiles que le dedicó su tocaya Alma Flor Ada, y la dedicatoria de Noticias del Bosque Escondido, que para nosotras es un mapa de cariño y gratitud. Este collage es un símbolo de cómo los libros, los proyectos y el amor maternal se entrelazan en nuestra vida cotidiana, para convertirse en tesoros que cuidamos juntas.
Ser madre es una fortuna, y ser hija también. Cada libro compartido y cada germinador de algodón son pequeños milagros que alimentan nuestra historia familiar. Que este nuevo año nos encuentre con más lecturas, magia y frijoles que trepan hacia el cielo.