Industriales

Una reverencia para Industriales

Finalizado el duelo semifinal de la LXIII Serie Nacional de Béisbol, y luego de aplaudir fuerte a los Vegueros de Pinar del Río, tengo que hacerle una reverencia a Industriales.

Llegar a esa instancia bajo las tormentas que tuvieron que enfrentar a lo largo de la campaña y caer ante el mejor equipo del torneo, es una labor digna de respetar y admirar.

Los Vegueros se impusieron en buena lid y aunque los parciales azules apoyaron hasta el último out, en el fondo sabían que doblegar a la maquinaria verdeamarilla en su propio hábitat natural, era una tarea muy difícil de cumplir.

Esa escuadra logró 50 victorias en 75 partidos para liderar la fase regular, implantó un récord de cuadrangulares conectados para esa estructura y otro irrompible al vencer a todos sus adversarios en las pugnas particulares.

Es cierto que la gloria se la lleva el vencedor, pero una derrota honorable también complace y nos calma, porque sabemos que se jugó con la vergüenza y entrega que merecen ver los aficionados de este deporte.

Todo eso después de firmar una remontada épica ante las Avispas santiagueras que elevó a niveles insospechados la pasión que se siente por nuestro pasatiempo nacional, muchas veces dormida por los numerosos problemas cotidianos de estos tiempos.

Además, se logró uno de las metas más importantes para cualquier conjunto participante en este clásico doméstico: la clasificación a la Liga Élite del Béisbol Cubano.

Una decena de equipos tendrán sus estadios cerrados en el venidero torneo selectivo, incluyendo el campeón y el ocupante de la segunda plaza en la pasada edición, algo que gracias a Industriales no sucederá en la capital.

Por eso tengo que hacerles una reverencia a esos jugadores que levantaron la bandera azul cuando varios de sus compañeros partieron a cumplir contratos en el extranjero y otros sufrieron lesiones que los alejaron de los terrenos.

A aquellos que bajo la influencia de un virus, con fiebre alta y debilidad muscular, salieron a la grama, pidieron la bola para lanzar o empuñaron de emergente en busca de una conexión oportuna.

Una reverencia también para el colectivo de dirección, para todos esos que tuvieron que trazar estrategias con las herramientas que tenían a mano y en especial para el timonel Guillermo Carmona, que logró una vez más guiar la nave habanera a la tierra de la postemporada.

La fanaticada jugó su papel, sobre todo ese grupo de fieles que forma parte de las peñas deportivas que, sin escatimar esfuerzos, se trasladó por toda la isla para apoyar incondicionalmente a sus huestes

El equipo de las letras góticas en el pecho acabó la contienda en un cuarto escaño muy meritorio, que tenemos la obligación de realzar y aplaudir. Nos vemos en la Élite.

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