Juan

Desde la jardinería, un guaimareño dibuja las bondades de su oficio (+ Fotos)

Feb, 2025.- Un hombre humilde trabaja como jardinero. Su timidez revelaba el nerviosismo durante la entrevista. La voz pausada se mezclaba con el sonido de las tijeras que utilizaba para podar las plantas, lo que facilitó una expresión honesta y genuina.

Él es Juan Mendoza Martínez, nacido en Bartolomé Masó el 27 de enero de 1959, y al cumplir los 25 años decidió trasladarse a Guáimaro, donde reside actualmente.

Periodista: ¿Qué recuerdos atesora Juan de su infancia?

Juan Mendoza: Mi familia era muy pobre. Nunca olvido las conversaciones con mi padre, Valerio Mendoza, apasionado por el trabajo. Heredé ese ímpetu, y sus consejos me acompañan cada día. Mi mamá, Marina Martínez, falleció cuando yo tenía un año, pero mis nueve hermanos y mi papá me educaron. Aprendí del café y a criar animales, y esa tradición siempre me acompaña, tanto por lo que significa en mi vida como por lo que representa para el desarrollo económico del país.

P: ¿Por qué decidió trasladarse a Guáimaro?

J.M: Aquí vivía uno de mis hermanos, a quien lamentablemente perdí hace poco. Cuando llegué, empecé a trabajar en el sector de Comunales. Ves, mis manos y mi rostro dan fe de cuánto he laborado, pero estas imborrables huellas me satisfacen porque sé que he cumplido. Aunque mi quehacer no haya sido el más grandioso, con orgullo y entusiasmo contribuyo a la belleza de los sitios históricos de esta localidad, de la cual me siento un hijo más.

P: ¿Qué representan en su existencia los años de '1986' a '1988'?

J.M: Mi mayor satisfacción. Cuando digo esto, mi familia me dice que estoy loco, pero esa fue la etapa que cumplí como combatiente internacionalista en Angola. Conocí los horrores de la guerra, fui testigo de caravanas y emboscadas, experimenté situaciones muy peligrosas, y creo que eso me ayudó a perder el miedo, a no arrepentirme, a colaborar y, sobre todo, a sentir que debía responder a la misión asumida con dignidad y honor.

juan guaimaro jardinero

P: ¿Qué descubre en la jardinería?

J.M: El valor del oficio. Cada mañana salgo de casa a conquistar el mundo, y lo conquisto, porque siento el cariño de las personas que me ofrecen una taza de café, que tanto me gusta, y elogian mis creaciones. Muchos expresan que mis manos son mágicas, y sonriendo les digo, “mis manos no, mi tijera”. Así transcurren mis jornadas, bajo los intensos rayos del sol, en compañía de mis instrumentos de trabajo y la creatividad, que nunca debe faltar para hacer atractiva mi obra.

P: ¿La mayor lección hasta ahora aprendida?

J.M: La vida depara alegrías y nostalgias. Algunos son afortunados en el amor, otros alcanzan méritos. Me enamoré y no resultó, no tuve hijos, vivo solo, pero me siento satisfecho. Tengo amigos, la gente me quiere y admira lo que construyo y edifico. Cada jardín que embellezco alimenta mi espíritu. Soy un hombre común que ama lo que hace y, le agradezco a usted por haber dedicado parte de su tiempo a entrevistarme. (Foto cortesía de la autora)

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