Dic, 2024.- En las vastas llanuras del más oriental de los territorios camagüeyanos se alza el sol sobre la rutina incansable de hombres y mujeres cuya devoción hacia la ganadería no solo sustenta sus propias vidas, sino también el desarrollo económico del municipio, la provincia y la nación.
Estos pecuarios, con sus manos curtidas y corazones valientes, son los auténticos guardianes de una tradición que trasciende generaciones.
El amor por la tierra es el pilar fundamental en su existencia. Desde tempranas horas de la madrugada, cuando el rocío aún besa las hojas y el cielo anuncia un nuevo día, estos batalladores del campo se entregan a su labor con una pasión desbordante. Cada animal y hectárea de pasto son testimonio de un cariño profundo por el entorno agrario. Este ímpetu se manifiesta en gestos y miradas atentas a los detalles que permiten tener una ganadería próspera y productiva.
La afición es la segunda clave que define a los ganaderos representativos del poblado, protagonista de la firma de la Primera Constitución de la República de Cuba en Armas. No es solo un trabajo; es una vocación que llevan en la sangre. Muchos han heredado este oficio de sus padres y abuelos, y lo practican con total modestia.
Su conocimiento de la actividad es inmenso, resultado de años de experiencia y aprendizaje continuo. Esta afinidad les impulsa a superar los desafíos diarios y a innovar en sus métodos, empeñados en mejorar la calidad de la producción y el bienestar de los animales.
La actitud de los ganaderos de la región guaimareña va más allá de sus propias fincas. Su afán es esencial para el progreso del municipio que habitan, la provincia que les aplaude, y la nación que los contempla orgullosa.
Ellos, proveen de productos esenciales, generan empleo y contribuyen al crecimiento sostenible del sector agropecuario. Su responsabilidad cotidiana vigoriza la riqueza local y enriquece la cultura del campo, al punto de convertirse y ser considerados pilares fundamentales de la sociedad.
Aunque su obra transcurre lejos de los reflectores, los ganaderos de Guáimaro son héroes silenciosos. Sus leyendas están tejidas con hilos de voluntad y dedicación. En cada alborada, su espíritu se renueva y su débito con la tierra se reafirma, recordándonos que son ellos quienes, con amor, afición y abnegación, mantienen viva la esencia de la identidad rural, fortalecida con la máxima de siempre decir adiós al sueño y buenos días al trabajo. (Foto Archivo)
